Fracaso en reiteración real ante el cambio climático

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por Gerardo Honty – El pasado 25 de marzo se cumplieron los 25 años de la entrada en vigor de la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Pocos días después, en Santiago de Chile, el presidente Sebastián Piñera anunciaba la realización de 25ª Conferencia de las Partes de la Convención (COP 25) en su país.

En su discurso el presidente expresó que esta es una gran oportunidad para que “el mundo entero tome verdadera conciencia de que el tiempo se está agotando y que cada día, las metas se hacen más urgentes y requieren más ambición y más exigibilidad. Por esa razón, llegó el tiempo de la acción” dijo. Y agregó: “Se requiere de los gobiernos una voluntad mucho más firme, mucho más comprometida para poder enfrentar este desafío”

Cada nueva COP, cada nueva cumbre internacional en la que los líderes políticos se reúnen a tratar las soluciones al problema del cambio climático es como si todo comenzara por primera vez: ya no hay más tiempo que perder, es el tiempo de la voluntad política, como si nunca antes hubiéramos escuchado esta invocación.

Cuando se firmó la Convención de Cambio Climático en 1992, su Secretario General Maurice Strong, bastante decepcionado con el resultado, ya lo había dicho: “lo que falla es la voluntad política”. Y dijo también: “Ya no tenemos otros veinte años para desperdiciar”, aludiendo a los 20 años que habían pasado desde que él mismo había presidido otra conferencia similar en Estocolmo en 1972. «Hice casi el mismo discurso final. Entonces oí también muchas promesas que no se cumplieron, pero ahora las pruebas de la destrucción del medio ambiente ya no se pueden negar» (El País, 15/06/1992).

En los últimos meses ha cobrado notoriedad una niña sueca de 15 años, Greta Thunberg, quien realizó un emotivo discurso en la última COP en diciembre pasado. En 1992 también una niña, Severn Suzuki, canadiense de 12 años, conmovió al mundo con un vibrante discurso: «Durante mi vida, he soñado con ver las manadas de animales salvajes y las junglas y bosques repletos de pájaros y mariposas, pero ahora me pregunto si existirán para que mis hijos los vean también. Sólo soy una niña y no tengo soluciones, pero quiero que se den cuenta: ustedes tampoco las tienen. Si no saben cómo arreglarlo, por favor, dejen de destruirlo. Los adultos dicen que nos aman, pero les desafiamos a que sus acciones reflejen sus palabras».

Han pasado más de cuatro décadas desde que Maurice Strong salió desalentado de la cumbre de Estocolmo y más de 25 años que Severn Suzuki imploró que dejemos de destruir el mundo. Pero el mundo aún no tomó conciencia de que el tiempo ya se agotó y la invocación de Piñera de los últimos días será una más en una larga lista de discursos para sordos.

América Latina: poca voluntad y ninguna urgencia

Las COPs se van rotando cada año entre las distintas regiones del mundo y esta es la quinta vez que le toca a América Latina. Ya habían ocurrido antes en Argentina (1998 y 2004), en México (2010) y Lima (2014). Este es el turno de Chile y la COP 25 se desarrollará en Santiago, en el Parque Bicentenario de Cerrillos, entre el 2 y el 13 de diciembre de este año.

Durante el lanzamiento oficial de la COP 25 el pasado 11 de abril, el presidente Piñera dijo que «Chile ganó legítimamente el derecho de ser sede de la COP”, ya que Chile “no ha sido espectador porque en esta materia tenemos una política de Estado”. Dijo además que “se requiere de los gobiernos una voluntad más firme y comprometida” y que «los compromisos no son exigentes ni se están cumpliendo”.

Es curioso que el presidente de un país cuyos compromisos son de los menos exigentes de América Latina lo diga. Chile es uno de los dos casos en la región (el otro es Uruguay) que ha presentado sus objetivos de reducción de emisiones ante la Convención en términos relativos, utilizando la intensidad de carbono por PIB como indicador. Chile se ha comprometido al 2030, a reducir sus emisiones de CO2 por unidad de PIB en un 30% con respecto al nivel alcanzado en 2007. Es decir, no necesariamente implica una reducción efectiva de la emisión de gases de efecto invernadero pues esta depende de los niveles del futuro crecimiento del PIB.

Según datos del Banco Mundial, el PIB de Chile en 2007 fue de USD 173 mil millones y alcanzó los USD 277 mil millones en 2017. Si la tasa de crecimiento económico se mantuviera, para 2030 el PIB chileno superaría los USD 450 mil millones, es decir, más de 250% de aumento respecto de 2007. Consecuentemente, Chile podría duplicar sus emisiones y aun así estaría cumpliendo sus compromisos de “reducción”.

Pero no es el único país latinoamericano en tener metas poco exigentes en materia climática. El presupuesto global de emisiones de gases de efecto invernadero para limitar el aumento de temperatura a 2ºC -como establece el Acuerdo de París- es estimado en 41 GtCO2e (gigatoneladas de CO2 equivalente) para el 2030. Con una población mundial estimada de 8,4 mil millones de personas para ese entonces, se obtiene un nivel per cápita de emisiones requerido de 5 tCO2e como el indicador promedio mundial al que todos los países deben apuntar.

Las Contribuciones Nacionales Determinadas (como se llama a los objetivos voluntarios presentados en el marco del Acuerdo de París) presentadas por los países de América Latina, se desprende que Argentina, Brasil, Chile, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela estarán por encima de ese promedio mundial para 2030, según un reciente estudio de CEPALi. Y esto ocurre con las contribuciones de los países que pueden ser evaluados cuantitativamente, porque en varios casos ni siquiera hay metas específicas.

En consecuencia, América Latina una vez más será la anfitriona de una reunión de la Convención de Cambio Climático donde, como ocurre desde 1992, se volverán a reiterar los reclamos de mayor voluntad política y acciones urgentes ante los micrófonos. Entretanto, en los ministerios, se fraguan las políticas económicas que nos garantizan una cocción a fuego lento en la enorme olla planetaria.

Gerardo Honty es analista de CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social). Publicado originalmenteen ALAI (Quito), el 17 de abril de 2019.

i Thomas Black Arbeláez: “Análisis económico y ambiental de las contribuciones previstas determinadas a nivel nacional presentadas en América Latina y el Caribe”. CEPAL, Santiago, 2018