Colombia: transiciones extractivistas, los distintos progresismos y los nadie de aquí y allí
Eduardo Gudynas
Los llamados progresismos, a los que ahora se suma el gobierno de Gustavo Petro en Colombia, son un conjunto diverso. Por un lado se definen a sí mismos como distintos a las derechas y conservadurismos clásicos, y coinciden en varios aspectos, tales como la defensa del Estado, la disposición a controlar de otras maneras el mercado y una mayor sensibilidad social. Pero por el otro lado, es un conjunto heterogéneo, con distintas posturas frente a otros temas.
En la actualidad se pueden distinguir dos tendencias en América Latina. Una se expresa en las posiciones de Petro y el programa del Pacto Histórico, y la otra en las de Lula da Silva en Brasil, el kirchnerismo en Argentina o los herederos de Rafael Correa en Ecuador. A los fines de la brevedad, y por razones que espero sean claras en lo que sigue, esas tendencias pueden ser nombradas como “progresismo-P” (invocando a Petro) y “progresismo-L” (colocando a Lula da Silva como referencia).
Desde mucho antes de ganar la elección, Petro postuló abandonar los extractivismos, llamando a sus “aliados” en el progresismo, entre ellos a Lula da Silva, a unirse en una “gran coalición” para dejar atrás la dependencia petrolera. Propuso que en Colombia se dejaran de otorgar concesiones petroleras y se suspendiera fracking, agregando que su gobierno sería de “transiciones” en tres planos: “del extractivismo hacia la producción, del autoritarismo hacia la democracia, de la violencia hacia la paz”. En su discurso de victoria, insistió, proponiéndole al “progresismo latinoamericano” “dejar de pensar la justicia social, la redistribución de la riqueza” y la sostenibilidad “sobre la base del petróleo, el carbón y el gas” (1).
Cuando a Lula da Silva se le preguntó sobre esa idea de Petro para despetrolizar las economías, respondió era “irreal” para Brasil y también a nivel internacional (2). Sostuvo que se debía continuar con el petróleo, y en su campaña asoman planes para acentuar las explotaciones de hidrocarburos. La reacción de Lula es típica del progresismo-L, y como era de esperar recibió el apoyo del empresariado, reforzándose su imagen de respetuoso del mercado. En cambio, el plan de Petro era objeto de duras críticas dentro y fuera de Colombia.
Esto muestra con claridad las dos tendencias (3). La reacción de Lula ilustra el compromiso del progresismo-L en defensa de los extractivismos petroleros, y las economías basadas en éstos, repite el convencimiento en que no existen alternativas serias a ellos, y que aquellas que se plantean son irreales. Esa es una actitud típica del progresismo convencional, que llegó a su extremo con Rafael Correa en Ecuador, calificando como locos que debían ser hospitalizados a quienes reclamaban una moratoria petrolera para proteger la Amazonia.
El progresismo-L actual, como el de antes, concibe que la explotación de recursos naturales, exportándolos como materias primas, es indispensable, y que así se asegura el crecimiento económico. Sus beneficios económicos superarían o justificarían sus impactos sociales y ambientales. Como esas prácticas provocan duras críticas e incluso resistencias ciudadanas, las respuestas estatales fueron defensivas y paulatinamente debilitaron la democracia, erosionaron la salvaguarda de derechos y se sumaron las denuncias de criminalización y violencia contra las comunidades locales. Al mismo tiempo, el paso de los años confirmó que ese tipo de desarrollo no resolvió la pobreza ni aseguró una sostenida mejora de la calidad de vida. En cambio fueron una pérdida, por izquierda, de la legitimidad política de los progresismos.
La otra mirada, el progresismo-P, reconoce varias de esas contradicciones. Por ejemplo, que la explotación petrolera o minera tiene consecuencias que afectan la calidad de vida de las comunidades, perjudica al ambiente, promueve violencia y corrupción, y son de cuestionable utilidad económica.
Lo exagerado, lo simplificado y lo acertado
Esas alertas no son originales del progresismo-P, y de hecho se vienen escuchando desde hace años en América Latina. En los países vecinos existieron varios intentos desde la política partidaria ara salir de los extractivismos, y la más reciente fue la candidatura presidencial de Yaku Pérez en Ecuador, al frente del partido indígena Pachakutick. Su plataforma tuvo una impronta intercultural, y priorizó temas como la defensa del agua, el ambiente y la resistencia a la megaminería. A pesar que Pérez estuvo a punto de quedar segundo en una controvertida elección presidencial, las redes progresistas internacionales siempre que pueden lo ignoran, precisamente porque su discurso implica una crítica a aquella mirada convencional progresista. También han existido propuestas postextractivistas desde la sociedad civil, que en algunos casos son muy detalladas. Desde las campañas pioneras en Perú en 2011, se han sumado reflexiones y ensayos en otras naciones vecinas (4).
Si se tienen presentes todos estos antecedentes queda en claro que era exagerado sostener que el programa del Pacto Histórico constituía la mejor o más avanzada formulación de una transición en la apropiación de la Naturaleza. Esas afirmaciones, que pueden comprenderse bajo el entusiasmo de una campaña electoral, también dejan la duda si no reflejaban un mal repetido en América Latina -el desconocer las experiencias de países vecinos. Lo que sí es correcto, y no es para nada menor, es que por primera vez, algunas de las ideas sobre transiciones en extractivismos y energía fueron presentadas por un agrupamiento político que logró triunfar.
Sin dejar de reconocer las novedades en ese programa, lo más relevante está en que invocaciones como las de transiciones a los extractivismos, están asociadas al candidato que finalmente triunfó en las elecciones. En los otros países, los promotores de esas miradas alternativas no ganaron las elecciones.
Tampoco hay que caer en otras miradas simplistas. Los apresurados que califican al nuevo gobierno como si fuese una amenaza bolchevique tropical o que ya lo están denunciando por mutar hacia el neoliberalismo, no están entiendo lo que está en marcha. Estamos ante una propuesta que no es conservadora, pero que al mismo tiempo estará insertada dentro del capitalismo, como ha reconocido el propio Petro. Es una administración que apenas está dando sus primeros pasos, y enfrenta el desafío de nutrir de contenidos esas transiciones y presentar sus planes de acción.
Es en esos primeros pasos donde también es muy relevante la distinción entre las dos variedades de progresismos. Si la marcha del gobierno deriva a un progresismo-L, entonces las transiciones postextractivistas no serían posibles y apenas ocurrirán cambios como reducir un tipo de extractivismo para potenciar otro, seguramente se aplicarán reformas tributarias y habrá una mayor presencia estatal. Las presiones que sufre el nuevo gobierno en este frente son enormes, especialmente desde las empresas y la política tradicional, tal como era esperable. También influyen los técnicos, consultores y académicos, donde hay muchos que desde un discurso ambiental de todos modos se alinean con los extractivismos. Eso sucede con las propuestas de exportar petróleo hasta la última gota o carbón a manos llenas, insistir en continuar con los pilotos de fracking, y para espanto de casi todos, incluso reclamar centrales nucleares.
Esas son todas fuerzas que operan en el sentido de los progresismos-L, e incluso por un regreso a la política clásica conservadora. Consecuentemente, los movimientos ciudadanos, y los actores académicos, políticos o simples militantes, que insisten con las miradas alternativas para salir de los extractivismos tienen, paradojalmente, espacios más acotados.
Contrapesos, aciertos y desaciertos
Se podría argumentar que Francia Márquez, la vicepresidente de Petro, y sus bases de apoyo (“Soy porque somos”), serían el contrapeso que podría evitar sea un retroceso conservador o caer en el progresismo-L, sosteniendo al gobierno en el sendero de renovación progresista. Hay indicaciones para ser optimista en ese esfuerzo, por ejemplo atendiendo sus discursos. Pero también hay señales preocupantes que refuerzan esa necesidad de clarificar ideas y acciones.
Por ejemplo, a nivel internacional no pasó desapercibida la gira que realizó Francia Márquez por varios países, entrevistándose por ejemplo con Lula da Silva en Brasil, Evo Morales en Bolivia y Alberto Fernández en Argentina. Eso puede ser entendido como un modo de fortalecer los lazos del nuevo gobierno con partidos políticos en naciones vecinas, pero el problema es que Márquez visitó a los progresistas-L. O sea que se reunió con los actores políticos que no comparten la propuesta de Petro de despetrolizar y descarbonizar las economías. Recuérdese, por ejemplo, que Alberto Fernández es el responsable de profundizar la estrategia en fracking y petróleos convencionales, y que incluso desea ampliarlo a la costa oceánica. Recuérdese también que Lula da Silva ya había dicho, el pasado mayo, que la propuesta de Petro de salir del petróleo era irreal. Esa gira pudo haber resultado de la inexperiencia del equipo que la organizó, aunque de todos modos termina siendo una señal política.
La lectura política es inevitable porque se encontró con líderes políticos que en sus países son responsables de emprendimientos que denuncian las organizaciones ciudadanas por sus impactos sociales y ambientales, y donde hay personas que han sido judicializadas, encarceladas o espiadas por esos gobiernos. Para dejarlo en claro, esas comunidades son “los nadies y las nadies” que existen en esos países, son las comunidades de la Patagonia que padecen las consecuencias del fracking bajo los últimos gobiernos argentinos, los indígenas amazónicos acorralados bajo el lulismo y todavía más por el bolsonarismo, o los territorios comunitarios bolivianos invadidos por mineras y petroleras bajo las administraciones de Evo Morales. Francia Márquez no se reunió con esas organizaciones ciudadanas, lo que era esperable para un progresismo-P, y la contradicción no pasó desapercibida. Por ejemplo, la Coordinadora Nacional de Defensa de Territorios Indígenas Originarios Campesinos y Áreas Protegidas (Contiocap) de Bolivia, presentó una carta pública dirigida a la vicepresidenta colombiana denunciando que durante 16 años, bajo Evo Morales, se sufrieron extractivismos salvajes con violaciones serias de sus derechos.
Como balance, el nuevo gobierno es una novedad repleta de oportunidades. Necesariamente los grupos que sostienen la nueva administración deben clarificar ideas y acciones para decidir cuál será el camino que seguirá este progresismo, y necesitan ser coherentes entre lo que se intenta dentro del país con lo que se hace en el extranjero. Cuentan con todas las oportunidades para superar los viejos progresismos en varios frentes. Si se desea seguir en ese sendero, cuando las presiones se multipliquen o las dudas se acumulen, la brújula para orientarse está en el campo de los derechos y la justicia. Las alternativas necesarias están en asegurar los derechos de las personas y de la Naturaleza, de los nadies de aquí y de allí.
Notas
1. Gustavo Petro, que lidera encuestas en Colombia, busca crear frente antipetróleo, A. Jaramillo y O. Medina, Bloomberg, 14 de enero 2022.
2. Sorpresivamente, Lula da Silva dice que propuesta de Petro de detener exploración petrolera es “irreal”, Semana (Bogotá), 4 mayo 2022.
3. Esa distinción se adelantó en otros medios, y aquí se reproducen algunas secciones; por más detalles, por ejemplo consultar Distintos progresismos y el desafío de los estilos P (Petro) y L (Lula), E. Gudynas, Plan V, Quito, 28 julio 2022, aquí…
4. El pasado reciente en las alternativas a los extractivismos, E. Gudynas, Cooperacción, Lima, 2021, aquí…
Tercer artículo de una serie enfocada en algunos de los desafíos del nuevo gobierno en Colombia. El primer artículo enfocó sobre las propuestas de continuar con los extractivismos a manos llenas (17 agosto) – aquí…
El segundo artículo analizó las opciones sobre transiciones y la designación de nuevas autoridades ministeriales (19 agosto) – aquí…
Eduardo Gudynas es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES). Publicado en Transiciones.org el 25 de agosto 2022. Una versión de este artículo se publicó en El Epectador (Bogotá).
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