Por fin nos descubrieron: ataques y defensas de las alternativas a los extractivismos
Por fin nos descubrieron: ataques y defensas de las alternativas a los extractivismos
Eduardo Gudynas – Está en marcha en Perú un debate sobre las posibles alternativas a la dependencia de los extractivismos. Como ocurre en otros países, es una discusión que tiene sus altas y sus bajas, con una participación muy diversa. En esa polémica asoman artículos desde un portal políticamente muy conservador, Lampadia, que ataca ácidamente la idea de posibles alternativas. El caso más reciente fue el pasado 1ero de julio (1).
En ese editorial me califican como el “inspirador” del “disparate” de las transiciones al extractivismo. Esa embestida no es nueva, y unos meses atrás, el mismo portal, en otro editorial anónimo me ubica como el promotor de “ideas muertas” que llevaría a todos a la “miseria” de la “Edad Media”, y por si fuera poco, todo eso es parte de un “complot” (2).
Ante estos nuevos ataques, en esta ocasión me parece oportuno compartir algunas reacciones. No me referiré al debate político partidario dentro de Perú, y al reclamo de ese artículo anónimo para que el gobierno PPK excluyera a la izquierda, con todo el sentido (o sinsentido) democrático de esa postura. Ese es un tema que pertenece a los actores partidarios en Perú.
En cambio, abordaré algunas de las burlas y simplificaciones de Lampadia. Y no puedo evitar comenzar por su insistencia en denunciar un cierto “complot”, ante lo cual mi reacción sería decir “nos descubrieron, por fin nos descubrieron”. Es el mismo “nos descubrieron” que el coro de indígenas le canta al Adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras en la cantata de Les Luthiers (3).
Es que es indispensable tener sentido del humor frente a los intentos de Lampadia de presentar al postextractivismo como si fuera un complot, un plan secreto dotado de una energía tan poderosa que pondría todo patas arriba.
Sospecho que los articulistas de Lampadia tienen alguna dificultad en entender el significado de la palabra “complot”. Esta se refiere a la confabulación de dos o más personas contra otra u otras, apelando a las intrigas y el secreto. Un extremo difícil de sostener para las iniciativas en postextractivismo ya que allí no hay nada secreto. Se defienden en público, desde seminarios a conferencias, sus publicaciones se pueden conseguir tanto en papel como en digital, y se comentan en los medios. Es además un campo plural, donde existen varias tendencias.
Sin embargo, Lampadia ofrece una versión tonta del postextractivismo, y con gusto les comparto algunos ejemplos.
Dicen que se busca satisfacer las “necesidades más básicas” produciendo lo “mínimo posible”. Esto es equivocado. El postextractivismo apunta a la calidad de vida de las personas, lo cual es muy distinto de plantear como meta a las necesidades “más” básicas (y ese “más” es una idea que nadie usa). El postextractivismo agrega que esa calidad de vida se logra consumiendo los recursos necesarios, y por ello cuestiona el consumismo de la opulencia, pero nadie habla de un “mínimo posible”.
Dicen que el postextractivismo busca limitar la producción agrícola. Esto es falso. En realidad, los modelos de transiciones sostienen casi lo contrario. Es que los sectores agrícola, ganadero y forestal son cruciales para compensar una reducción en los extractivismos, apostándose a que aumenten y se diversifiquen.
Dicen que el postextractivismo “pretende aislarnos del mundo global”. Esto también es falso. Las alternativas no proclaman un aislacionismo, sino poder elegir en cuáles procesos globales deseamos participar y en cuáles aspiramos mantenernos independientes. Dicho de otra manera, eso es recuperar la soberanía para no caer en la dependencia de que las subas y bajas de los precios de las materias primas son los que determinan nuestras economías. El propósito es que los futuros ministros de economía ya no tengan que prender velitas por lo que sucede en China o en los países del norte.
Estos tres ejemplos, tomados de la última nota de Lampadia, muestran que allí no hay mucho análisis ni precisión. En cambio prevalecen los descalificativos, los slogans tales como asustar a los lectores diciendo que el postextractivismo “pretende llevarnos a la miseria de la Edad Media”. Me pregunto si quienes viven hoy en el supuesto paraíso moderno del extractivismo que defiende Lampadia, como los campesinos andinos contaminados por una minera o los indígenas amazónicos que deben lidiar con un nuevo derrame petrolero, no están ellos sí más cerca de la “miseria” medioeval.
En una apretada síntesis, las ideas de postextractivismos son exploraciones de posibles transiciones que reduzcan la dependencia de las enormes extracciones de recursos naturales, desde el tajo abierto andino a la minería ilegal amazónica. Cada medida es contrastada con su compromiso de acabar con la pobreza y evitar nuevos deterioros ecológicos. No postula prohibir, por ejemplo, la minería, pero si quiere terminar con los emprendimientos de alto impacto social y ambiental. No es primitivista porque promueve diversificar las economías productivas. No siquiera es antitecnológica porque insiste en aprovechar adelantos como los usos eficientes de energía o el reciclaje de materiales. Ni siquiera es aislacionista ya que apuesta sobre todo al comercio internacional dentro de América Latina.
En cambio, los textos anónimos de Lampadia operan por lo menos en dos niveles. El primero es atacar las ideas sobre cómo transitar salidas a los extractivismos. O sea, cuestionar planes para abandonar la megaminería contaminante, y construir alternativas productivas y económicas en otros sectores, con otras sensibilidades sociales y ambientales, y otras implantaciones territoriales. Ese ataque de Lampadia se basa en adjetivos y en burlas, pero no en argumentos. No se dice nada de las asimetrías en las rentas económicas de los extractivismos, de las dinámicas por las cuales las ganancias salen al exterior pero los impactos sociales o ambientales locales permanecen, de los determinantes comerciales, etc.
El segundo nivel es mucho más profundo ya que sostiene que no hay alternativas a los extractivismos. No habría salida posible, y el país está destinado a ser minero o petrolero. Esa posición insiste en que cualquier alternativa llevaría a un atraso, es primitivista o inviable económicamente. Ellos “ya saben” que no hay otros caminos, y nosotros somos “ignorantes”. Sobre el postextracivismo le aplican etiquetas de peligro o izquierdismo, para defender una y otra vez a las “inversiones”.
Estamos frente a una paradoja fenomenal. Mientras los cuestionamientos de Lampadia califican a los postextractivismos como primitivistas, en realidad hay pocas cosas más atávicas que la postura fundamentalista de tenerle miedo a los cambios o negarse a pensar alternativas.
Estas posiciones son tan primitivas que dejan en evidencia su apego ideológico al pasado, y que en el caso de los extractivismos ese pasado es tan antiguo como la depredación colonial de nuestros recursos naturales. No advierten que esa dinámica de apropiación masiva del patrimonio ecológico se estructura ahora de otros modos, pero mantiene esencialmente sus impactos negativos. Es por ello que pensar las alternativas sigue siendo urgente. El postextractivismo es eso a final de cuentas, el animarse a pensar alternativas. Qué suerte que por fin nos descubrieron.
Notas
- La izquierda tradicional debe quedar fuera del gobierno. 1 Julio 2016. http://www.lampadia.com/analisis/editorial/la-izquierda-tradicional-debe-quedar-fuera-del-gobierno
- Complot anti-desarrollo al descubierto. 3 Agosto 2015. http://www.lampadia.com/analisis/economia/complot-anti-desarrollo-al-descubierto/
- Cantata del Adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras, de sus hazañas en tierras de Indias, de los singulares acontecimientos en que se vio envuelto y de cómo se desenvolvió, por Les Luthiers – https://www.youtube.com/watch?v=trQy3IUk-Ek
Eduardo Gudynas es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES), en Montevideo – www.ambiental.net; twitter: @EGudynas
Versión corregida y revisada el artículo publicado en el blog Postdesarrollo en La Mula (Perú), el 7 de julio 2016.