El cambio de Uruguay: 95% de su energía es renovable
Uruguay realiza un sorprendente cambio y obtiene casi el 95% de su electricidad de energía limpia
En menos de diez años, el país ha reducido drásticamente su huella de carbono y sus costes de electricidad, sin subsidios del Gobierno. Los delegados de la cumbre de París pueden aprender mucho de este éxito. Reporte de Jonathan Watts, The Guardian.
Ahora que el mundo se reúne en París con la abrumadora tarea de pasar de los combustibles fósiles a las energías renovables, un pequeño país al otro lado del Atlántico hace que esa transición parezca cosa de niños y además asequible.
En menos de diez años, Uruguay ha reducido drásticamente su huella de carbono sin subsidios del Gobierno ni altos costes para los consumidores, según Ramón Méndez, director nacional de energía.
De hecho, afirma que ahora que las energías renovables proporcionan el 94,5% de la electricidad del país, los precios son más bajos que en el pasado con respecto a la inflación. Además, se producen menos cortes, porque con una combinación energética diversa logran una mayor resistencia a las sequías.
La historia era muy distinta hace 15 años. A principios de siglo, el petróleo constituía el 27% de las importaciones uruguayas y un nuevo gasoducto acababa de empezar a suministrar gas procedente de Argentina.
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Ahora, el principal elemento en el balance de las importaciones son los aerogeneradores, que llenan los puertos del país de camino a su instalación.
La biomasa y la energía solar también han aumentado en gran medida. Al añadirse a la energía hidráulica existente, significa que las energías renovables ahora representan el 55% de la combinación energética general del país (incluido el combustible del transporte), en comparación con el porcentaje medio mundial del 12%.
A pesar de su relativamente pequeña población de 3,4 millones de habitantes, en los últimos años Uruguay ha recibido las alabanzas de todo el mundo. Ha aprobado una legislación revolucionaria sobre la marihuana, ha sido pionero en un control estricto del tabaco y ha presentado algunas de las políticas más liberales de Latinoamérica sobre el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Ahora se le reconoce por su progreso en la eliminación de emisiones de carbono en su economía. Le ha felicitado del Banco Mundial y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe y el año pasado, el WWF nombró a Uruguay entre sus “Líderes de energía ecológica”, al afirmar que “El país está definiendo las tendencias globales de inversión en energías renovables”.
Méndez, que también es responsable de la política climática, ha consolidado esa reputación y ha asistido a las conversaciones de la ONU de esta semana con una de las promesas nacionales más ambiciosas del mundo: una reducción del 88% en las emisiones de carbono para 2017, en comparación con la media para 2009-13.
No se ha recurrido a ningún milagro tecnológico, la energía nuclear se encuentra totalmente ausente de la combinación energética y no se ha añadido nueva energía hidroeléctrica en más de dos décadas. En lugar de ello, afirma, la clave del éxito es bastante sencilla, aunque lo positivo es que se puede replicar: una toma de decisión clara, un entorno normativo que ayude y una sólida relación entre el sector público y el privado.
Como resultado, la inversión en Uruguay en energía, sobre todo en renovables, pero también en gas líquido, en los últimos cinco años ha llegado a los 7.000 millones de dólares, es decir, el 15% del PIB anual del país. Esto equivale a cinco veces la media en Latinoamérica y tres veces el porcentaje global recomendado por el economista climático Nicholas Stern.
“Lo que hemos aprendido es que las renovables son sencillamente un negocio financiero”, afirma Méndez. “Los costes de construcción y mantenimiento son bajos, por lo que, mientras se ofrezca a los inversores un entorno seguro, estas energías resultan muy atractivas”.
Los efectos se ven claramente en la Ruta 5 desde Montevideo hacia el norte. En menos de 250 kilómetros, se pasa por tres plantas agroindustriales que funcionan con biocombustible y tres parques eólicos. El mayor es el parque de Peralta, de 115 MW, construido y gestionado por la empresa alemana Enercon.
Sus enormes turbinas, de 108 metros de alto, se imponen sobre praderas repletas de ganado y ñandúes.
Además del viento fiable, con una velocidad media de 12 km/h, la principal atracción para los inversores extranjeros como Enercon es un precio fijo durante 20 años, garantizado por la empresa estatal. Puesto que los costes de mantenimiento son estables y bajos (solo se necesitan 10 personas), el beneficio está garantizado.
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Por ello, las empresas extranjeras hacen cola para conseguir contratos de parques eólicos. La competencia está haciendo bajar los precios de las licitaciones, con lo que se han reducido los costes de generación de electricidad más de un 30% en los últimos tres años. Christian Schaefer, técnico supervisor de Enercon comentaba que su empresa esperaba ampliar su actividad y Nordex, otra empresa alemana, ya está construyendo un parque aún mayor más al norte en la Ruta 5. En las carreteras del país es habitual ver camiones transportando aerogeneradores, torres y palas.
En comparación con la mayoría del resto de países pequeños con una alta proporción de energías renovables, la combinación energética es diversa. Mientras que Paraguay, Bután y Lesoto dependen casi exclusivamente de la energía hidráulica e Islandia de la energía geotérmica, Uruguay cuenta con una variedad que hace que el país sea más resistente a los cambios climáticos.
Los parques eólicos como el de Peralta ahora alimentan las plantas hidráulicas para que las presas puedan mantener sus reservas durante más tiempo tras las estaciones de lluvia. Según Méndez, esto ha reducido la vulnerabilidad del país a la sequía un 70%, todo un gran avance, si se tiene en cuenta que un año de sequía solía costar al país casi el 2% del PIB.
Este no es el único beneficio para la economía. “Durante tres años, no hemos importando un solo kilovatio hora”, explica Méndez. “Solíamos depender de las importaciones de electricidad de Argentina, pero ahora se la exportamos. El pasado verano, les vendimos un tercio de nuestra generación de electricidad”.
Aún queda mucho por hacer. El sector del transporte sigue dependiendo del petróleo (que representa el 45% de la combinación energética total). Pero la industria, sobre todo la de procesamiento agrícola, ahora utiliza fundamentalmente la energía de centrales de cogeneración de biomasa.
Méndez atribuía el éxito de Uruguay a tres factores clave: la credibilidad (una democracia estable que siempre ha pagado sus deudas, por lo que es atractiva para las inversiones a largo plazo), unas condiciones naturales óptimas (buen viento, una radiación solar aceptable y gran cantidad de biomasa procedente de la agricultura) y empresas públicas fuertes (que constituyen un socio de confianza para las empresas privadas y pueden trabajar con el Estado para crear un entorno operativo atractivo).
Si bien no todos los países del mundo pueden replicar este modelo, afirmaba que Uruguay había demostrado que las energías renovables pueden reducir los costes de generación, pueden proporcionar más del 90% de la demanda de electricidad sin utilizar como complemento las centrales de carbón o nucleares y que los sectores público y privado pueden trabajar juntos con eficacia en este campo.
Pero quizás la principal lección que puede dar Uruguay a los delegados de París es la importancia de la toma de decisiones sólida. Tal y como ha sucedido en innumerables conferencias sobre el clima de la ONU, Uruguay estuvo paralizado por lo que parecía un debate amargo y sin fin sobre la política energética.
Todo eso cambió cuando el Gobierno finalmente acordó un plan a largo plazo que obtuvo el apoyo de todos los partidos.
“Tuvimos que pasar por una crisis para llegar a este punto. Pasamos 15 años viviendo una mala situación”, confiesa Méndez. “Pero en 2008, presentamos una política energética a largo plazo que abarcaba todos los ámbitos… Por fin teníamos claridad”.
Esa nueva dirección hizo posible la rápida transición que ahora está dando sus frutos.
Pequeñas naciones, gigantes en energías renovables
Uruguay obtiene el 94,5% de su electricidad de energías renovables. Además de las antiguas centrales hidráulicas, la importante inversión realizada en los últimos años en energía eólica, biomasa y solar ha aumentado el porcentaje de estas fuentes en la combinación energética total hasta el 55%, en comparación con la media global del 12% y de alrededor del 20% en Europa.
A principios de este año, Costa Rica registró un récord de 94 días consecutivos sin utilizar combustibles fósiles para la generación de electricidad, gracias a una combinación aproximada del 78% de energía hidráulica, 12% geotérmica y 10% eólica. El Gobierno ha establecido un objetivo del 100% de energía renovable para 2021. Pero el transporte sigue siendo un sector contaminante.
Islandia cuenta con la ventaja de ser una nación de volcanes, lo que le ha permitido utilizar sus fuentes geotérmicas para el 85% de su calefacción y, con la asistencia de la energía hidráulica, el 100% de su electricidad. De este modo, se ha convertido en el mayor productor del mundo de energía ecológica per cápita.
Paraguay cuenta con una enorme presa hidráulica en Itaipu que suministra el 90% de la electricidad del país.
Lesoto obtiene el 100% de su electricidad de una serie de presas que también proporcionan una capacidad extra suficiente para exportar energía a Sudáfrica.
Los abundantes recursos hidráulicos de Bután generan un excedente de electricidad que supone más del 40% de las ganancias del país por exportaciones. Pero el hecho de depender excesivamente de una sola fuente puede plantear un problema. En la temporada seca, tiene que importar electricidad de la India.
Traducción del original en inglés: Sara Fernández/VoxEurop. Reproducido de The Guardian, 11 diciembre 2015.